viernes, 14 de diciembre de 2012

Teresa Uriarte: "Mirabel"

De adolescente era redondita, rubia, de familia con abolengo. Conoció en la calle al hijo de los dueños de una tienda de comestibles. Se enamoraron. Sus padres y hermanos se opusieron, y ella se encontraba con su novio en citas secretas como un comando terrorista. Él era un caradura lo que no impedía que se quisieran. El cinco de cada mes celebraban con regalos la fecha en la que se habían conocido. Los padres de Mirabel le mandaron a Inglaterra para que se olvidara. Trabajó de camarera en un salón de té. Aprendió a servir meriendas y a cortar tartas sin desparramar la nata. Se casó con un escocés rarísimo que era muy religioso, pero bebía y le pegaba. Una noche, Mirabel se marchó de casa y se plantó sola en una oscura y lluviosa calle de Londres. Consiguió trabajo de tendera y alquiló un apartamento en las afueras. Iba y volvía del trabajo en metro; una hora de trayecto y quince paradas la separaban mañana y tarde de su casa. Al llegar, se preparaba una bandeja con una tortilla francesa y un yogurt y veía la televisión. Se convirtió en una inglesa solitaria. Nunca se olvidó del novio con el que tanto se había reído. Sus padres jamás volvieron a verla.

sábado, 8 de diciembre de 2012

Lecturas en el Hogar Leonés

El próximo miércoles 12 de diciembre a las 19:30 horas tendrá lugar una jornada más de los habituales encuentros culturales que organiza el Hogar Leonés de Bilbao (calle Nueva, 2-2º) con la participación de los escritores José Ramón Blanco y Álex Oviedo (Pedro Ugarte ha excusado su presencia por problemas laborales de última hora) así como miembros de la Asociación "El espíritu de la Alhóndiga". Se leerán microrrelatos de todos los participantes, además de degustar productos de León. Literatura y gastronomía juntas una vez más.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Entrevista para TeleBilbao






Con motivo de la publicación del libro El espíritu de la alhóndiga (Libros de pizarra) un equipo de TeleBilbao entrevistó a algunos de los participantes en este volumen de relatos.

viernes, 5 de octubre de 2012

El espíritu de la alhóndiga en 'Pérgola'

Artículo aparecido en el suplemento cultural "Pérgola" que se edita junto al periódico municipal Bilbao. Si pincháis en la imagen os descargáis el pdf.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Bilbao-Bizkaia en 2050

Con motivo de la tercera edición del Creativity Meeting Point/Forum Internacional de las Industrias Creativas, que se celebró el pasado marzo en Bilbao, se convocó el primer concurso de relatos Bilbao-Bizkaia en 2050. Se pretendía que los escritores "imaginaran una visión de la sociedad bilbaina y vizcaina en esa década, las nuevas formas de vestir, de actuar, de comer, de soñar y, en pocas palabras, de los valores de esa futura época". Nuestro compañero Javier Ortiz de Cosca fue uno de los finalistas, a los que se premió con la edición de un libro.

En la Mediateka de AlhóndigaBilbao

Los participantes en el libro El espíritu de la alhóndiga en la presentación del pasado martes 18 de septiembre en la Mediateka de AlhóndigaBilbao.


miércoles, 19 de septiembre de 2012

Escaparate en Tintas de Bilbao



Esperando a entrar en acción. O lo que es lo mismo, a que un lector voraz se haga con ellos.

Los espíritus están ya en la calle

Pues eso, que ayer 18 de septiembre tuvo lugar la presentación a la prensa y a los participantes de los Talleres de Literatura Viva/Literatura Bizirik del libro que recoge algunos de los trabajos seleccionados durante estos dos años. Este espíritu de la alhóndiga se encuentra ya en las librerías o en la página de Libros de pizarra, en caso de que queráis más información sobre el libro. El encuentro sirve de anticipo a la presentación por todo lo alto el próximo 25 de septiembre en la Librería Tintas de Bilbao (Alameda de San Mamés, 40) de este original trabajo conjunto. A la presentación acudirán los autores y los maestros de ceremonias Pedro Ugarte y Álex Oviedo.

martes, 28 de agosto de 2012

'El espíritu de la alhóndiga', los mejores relatos del taller Literatura Viva/Literatura Bizirik

El espíritu de la alhóndiga (Libros de pizarra) reúne medio centenar de relatos surgidos a lo largo de dos años en los talleres de Literatura Viva / Literatura Bizirik, que organiza AlhóndigaBilbao dentro del programa Ikasiz. Los talleres —coordinados por los escritores Pedro Ugarte y Álex Oviedo, en castellano, y Edorta Jimenez, en euskera— han servido para mostrar que la imaginación y el buen hacer narrativo están presentes en muchos de los textos, independientemente de si son o no publicados. Historias fantásticas, revisiones nostálgicas del pasado, complejas relaciones de pareja, juegos hipertextuales o microrrelatos con sugerentes finales conforman la base de un libro que hará disfrutar a los lectores. 

Autores: Ana Álvarez / Sol Aguirre / Carmen Arribas / Natividad Esquiu / Izaskun Etxabe / Arantza Garikano / Tamara G. Arrabal / Ángeles González / Arantza Gorordo / Laura Hidalgo / Javier Ibarrola / Nekane Ortiz Bidaurre / Javier Ortiz de Cosca / Patricia Millán / Conchi Plaza / Miren Rubio / María Serrano / Teresa Uriarte / “Axal Arakistain”  

'Mar de pirañas', antología del microrrelato español

Mar de pirañasMar de pirañas es el título del libro de microrrelatos publicado por Menoscuarto, en edición de Fernando Valls, una "muestra de la calidad y exigencia de estos nuevos nombres del microrrelato español desde estéticas muy diversas". En palabras de los editores, "el siglo XXI ha traído consigo la consolidación definitiva de un nuevo género literario: el microrrelato. Por primera vez existen autores, muchos de ellos jóvenes, que se inician en la escritura a través de la narrativa brevísima, lo que ha significado el ensanchamiento del campo de juego literario. Internet ha sido el gran aliado de estos textos tanto en las bitácoras como en las revistas electrónicas, donde además son comentados y se reflexiona sobre sus peculiaridades".

Entre el listado de autores se encuentran los escritores vascos Pedro Ugarte y Álex Oviedo.

jueves, 9 de agosto de 2012

El espíritu de la alhóndiga, en libro

Estas son las primeras pruebas de diseño del próximo volumen de relatos de la colección azul de Libros de pizarra. Se titula El espíritu de la alhóndiga, y reúne medio centenar de relatos de varios de los alumnos de los talleres de Literatura Viva/Literatura Bizirik que organiza Alhóndiga Bilbao.

martes, 31 de julio de 2012

¿Alguien se ha fijado alguna vez en los ojos de Marilyn?

Sonó el despertador a la hora habitual. Cada vez le costaba mas levantarse y afrontar un nuevo día, igual a todos los demás. Se dirigiría a la ducha, se secaría el cuerpo y la cabeza, pero sin frotarse demasiado el pelo con la toalla para no estropearlo. Tenía en alta estima su fabulosa cabellera de cincuentón. Por más que en la oficina se burlaran, él sabía que era por envidia. Pablo Prieto estaba orgulloso de que el paso del tiempo hubiera hecho estragos en otra parte de su cuerpo, menos visible.

De todas  formas, no conviene presumir demasiado, pensó. La envidia de los demás no le había traído demasiadas ventajas, solo un aumento de su propia vanidad y a estas alturas ya se había dado cuenta de que era cautivo de las murmuraciones ajenas.

Tras la ducha, se peinó con el desinterés apropiado a sus propios pensamientos y se dirigió a la cocina para desayunar. Ya estaba sudando. Era una bochornosa mañana de agosto. El sol lucía ya desde hacía un rato pero no soplaba ni una pizca de aire.

Salió de casa y se dirigió al despacho, un cubículo situado al fondo de la sucursal de la que acababan de nombrarle director. Había sido un largo camino hasta llegar allí. Claro que había tenido que renunciar a trabajar en un gran banco. Su edad solo le permitía un puesto semejante en una entidad de poca monta. Pero no importaba. Le llamaban señor director. Algo que había anhelado mucho. Aunque ahora se daba cuenta de que quizás fuera en otro tiempo.
Durante el trayecto, pese a que los problemas en la oficina le acuciaban cada vez mas, tanto que cada mañana le hacían replantearse si había acertado al aceptar el puesto, su mente se dejó vencer unos instantes por la melancolía. Casi al mismo tiempo que tomaba posesión de su nuevo cargo, su mujer le abandonaba y con el paso de los meses una sensación de soledad infinita le asaltaba con frecuencia.

Compadeciéndose de sí mismo, llegó casi sin resuello al trabajo, ansioso por disfrutar del aire acondicionado que ya habrían puesto en marcha los empleados al abrir la oficina.

Pero aquella atribulada mañana no empezaba bien. Simón, que ya estaba al frente de la caja, no llevaba puesta su chaqueta y el brillo de su frente dejaba bien a las claras que iba a ser un largo y caluroso día de oficina. Se aproximó hacia él observando que la cola de clientes llegaba hasta la puerta. No le gustó ver el montón de billetes que estaban sobre su mesa sin guardar en el dispensador. Por más que le dijera que cada vez que recibiera dinero lo introdujera en la máquina antes de empezar a atender a otro cliente, no había forma. Era un descuido habitual en él.

En lo que Pablo Prieto sí se fijó, era en la mujer que estaba en la cola esperando su turno. Salvo cuando salía por las noches y algún compasivo amigo le presentaba alguna chica, no era frecuente, a esas horas del día, deleitarse con un escote así. No podía apartar la vista de ella. Se quedó un rato en la caja, observando y esperando a que llegara su turno. Tenía el pelo al estilo Marilyn. El mismo estilo que ajustaba la camiseta a su cuerpo. Sus labios eran de un rojo excesivo pero, a pesar de todo, tenía estilo. Cada vez estaba mas cerca. Gracias a ello pudo darse cuenta de que unas gotas de sudor descendían por su cuello para esconderse en ese intrépido lugar llamado busto del que no podía apartar sus ojos.

En el mismo instante en el que llegó su turno, la chica les sonrió al tiempo que alzaba su brazo derecho empuñando una pistola.

—Dame todo el dinero que tienes en la mesa, cabrón. Y las manos de los dos donde pueda verlas, les dijo.

Abandonó la oficina, después de guardar el dinero en su bolso con la destreza del que no es la primera vez que comete un atraco.

—Rápido,active la alarma, señor director, para que venga la policía, le dijo.

—¿Y que les vamos a decir, Simón?

—Pues hombre, de momento darles la descripción para que la puedan detener. Usted ha estado a aquí un buen rato, detrás de mí. Se habrá fijado en sus características, digo yo. Altura, complexión, color de los ojos. Lo que nos han enseñado en los cursillos.

—Pero Simón, ¿alguna vez te has fijado en el color de los ojos de Marilyn Monroe?

—Pues si le soy sincero no, señor director. No podría reconocer sus ojos aunque si sus piernas y su escote.

—Pues eso, Simón. Pues eso. 
Natividad Esquiu

lunes, 2 de julio de 2012

sábado, 23 de junio de 2012

Ilu Cambero en 'El Norte de Castilla'

El recorte de prensa aparecido el pasado 15 de junio de 2012 con los premiados en el certamen Café Compás en el que quedó finalista nuestra compañera María I. Cambero. Si pincháis en la imagen os podéis descargar el pdf.

miércoles, 20 de junio de 2012

Sobre el XV Premio Literario "Café Compás"

Noticia aparecida en El Mundo, edición Valladolid, sobre el XV Certamen Literario "Café Compás" en el que resultó finalista María I. Cambero con el relato "Baile de máscaras".

"Gracias al relato "Una escena pintada por Eugène Delacroix", presentado con la firma literaria de Calderón Samaniego —ya conocida por novelas como La mirada azul—, el arquitecto y profesor de la ETS de Arquitectura de Valladolid Daniel Villalobos ha recogido el primer premio del XV Certamen Literario 'Café Compás'. El autor de Cuaderno de dibujos de viajes o Hasta los pies del Himalaya ha compartido podio con la ganadora en la edición anterior, Ana Ayuso, merecedora este año del primer accésit con el relato corto titulado 'Primavera', y con el ganador de 2010, Fernando Martínez López, ahora segundo accésit con 'Psicoanálisis'.
Los responsables de la Asociación Literaria y Cultural han entregado los premios en un acto celebrado en el Paraninfo de la Universidad de Valladolid, presentado por el periodista de EL MUNDO Tomás Hoyas.
Junto a los tres grandes triunfadores de esta edición, celebrada bajo el título de 'Sueños de Eros', no han faltado los tradicionales siete finalistas cuyos relatos contribuyen a dar cuerpo al libro que cada año edita la asociación: María Iluminada Cambero ('Baile de máscaras'); Juan Feu Desongles ('La Malenita'); Jorge Saiz Mingo ('María Zemanova'); Santiago Redondo Vega ('Catorce versos'); María Antonia Pelaz Gento ('La pecera de Eros'); Luis Valverde Álvarez ('Un objeto olvidado) y Marcos San Millán Fadrique ('El afortunado y erótico atributo de Leandro)".


En la imagen, portada del libro con los diez relatos finalistas.

jueves, 31 de mayo de 2012

Preparando el 'Espíritu de la Alhóndiga'


Encuentro en Haro (18 de mayo de 2012)

Asistentes a la convención reunidos en los salones de las bodegas de “La Rioja Alta”. Las obras de arte que cuelgan de las paredes son parejas en grandeza a las creaciones literarias de los personajes que conforman la reunión. (En esta foto faltan los anfitriones, Ángeles y Carlos).

La Convención tuvo como resultado la resolución de crear una Asociación para dar continuidad a los encuentros de los miembros del Taller de Literatura Viva de la Alhóndiga de Bilbao.


Se decidió por unanimidad que dicha entidad se llamará “Asociación Literaria Espíritu de la Alhóndiga”


Se determinó que inmediatamente se empezarían a hacer los trámites oportunos para el registro de la Asociación en el Departamento correspondiente del Gobierno Vasco, como indica la ley.


Incansables en su tarea, decidieron trasladarse a Baños de Rioja, pueblo natal de Sixto Camero Tecedor que se convirtió por obra y gracia del destino en “el espíritu de la Alhóndiga”.


A la vera del río Oja y protegida de los aires del norte por un montículo redondeado por vientos boqueados durante siglos, se encuentra el pequeño pueblo de Baños de Rioja.


Como otros pueblos agrícolas, tiene una Calle Mayor en donde se encuentra la Iglesia, el palacio-torre que perteneció a los señores del lugar, algunas casas con fachada de piedra y otras, la mayoría, de sencilla construcción.


Entre ellas, la que albergó el nacimiento en 1881 de Sixto Camero Tecedor que, por circunstancias cruzadas en su destino, se convirtió años más tarde en el espíritu de la Alhóndiga de Bilbao.


Esta casa también tuvo como testigo los juegos de Sixtito con un primo hermano con el que compartía nombre y segundo apellido y que llegó a ser un prestigioso científico como atestigua la placa en su honor colocada en otra edificación de la calle Mayor.


Muy dispar destino el de ambos primos. Mientras uno optó por estudiar, el otro prefirió quedarse en el pueblo y adoptó el oficio de mulero. Este trabajo le permitía conocer parajes y gentes nuevas. Su carreta cargada con pellejos de vino y tirada por mulas se hizo familiar en lugares tan lejanos como Bilbao.

Fue en esta Villa donde le sorprendió la muerte la madrugada del miércoles, 21 de mayo de 1919.


Sixto había ido a entregar su carga de vino a la Alhóndiga como había hecho en otras ocasiones. Su cuñado, que trabajaba en el almacén de vinos, le abrió la puerta de una de las cúpulas para que pasara la noche. Estaba agotado y había bebido más de la cuenta. El candil que iluminaba la estancia se volcó y eso fue el comienzo de uno de los incendios más grandes que ha conocido Bilbao.


Las llamas duraron varios días y en él falleció un bombero al que le cayó una cornisa cuando trataba de sofocar el fuego El resto de la historia la cuenta el mismo en el relato colgado en la página “el espíritu de la Alhóndiga” del taller de literatura viva de la Alhóndiga de Bilbao.


Algunos componentes de dicho taller quisieron conocer el pueblo de donde salió Sixto para convertirse en lo que es hoy.


Fue una visita muy reveladora. Supimos por algunos de sus 82 habitantes actuales que los habitantes de Baños de Rioja siguen teniendo el mismo buen humor que tiene nuestro Espíritu. Como ejemplo de ello nos contaron que el lugar donde algunos se reúnen al atardecer lo llaman el Parlamento porque cada noche se despiden diciendo: “Hablaremos del gobierno”; a una casa solitaria que preside la plaza, la llaman la Moncloa; a un pequeño rincón con hierba y dos bancos que hay junto al cementerio lo llaman el parque de El Retiro.


El monumento más destacable que se conserva en el pueblo es la llamada “Torre de Leiva”, ahora convertida en hotel.


Este edificio con muros de casi metro y medio de grosor formaba parte de una fortaleza que disponía de foso, muralla y baluarte defensivos.


El pueblo y la torre pertenecieron a la familia Leiva desde finales del siglo XIV.


Anteriormente, formaban parte de las extensas posesiones de los López de Haro.


También pertenecieron al Monasterio de San Millán de la Cogolla.


Eran tierras fértiles de las que ambicionaban ser titulares tanto abades como nobles.


Los pobres campesinos pasaban de amo en amo junto con las tierras y las casas. Sus destinos no dependían de sí mismos, sino del amo que les tocara en suerte. Unas veces déspota y despiadado y otras, simplemente exigente, pero siempre ambicioso de poder y de riqueza.


En el año 1254 aconteció un hecho que ha pasado a los anales de la Historia de La Rioja:


Don Diego López III de Haro, señor de Vizcaya y abuelo del fundador de la Villa de Bilbao, también era titular del feudo de Baños.


Estaba casado con doña Constanza de Bearne y Aragón y tenían cinco hijos: Lope, Diego, Urraca, Teresa y Sancha.


Había sido un año de malas cosechas debido a la persistente sequía. Los graneros y las despensas del amo no estaban lo suficientemente llenas y los campesinos estaban sufriendo las crueles consecuencias.


El pueblo era famoso por sus aguas termales y, aunque los señores apenas visitaban el lugar, aquel año Don Diego decidió instalarse en su fortaleza de Baños de Rioja con la intención de tomar las aguas, ya que padecía fuertes dolores a causa del reuma.


Las fidelidades de López de Haro variaban entre Don Fernando, rey de Castilla y el rey de Aragón, pariente de su esposa. Dependía de quién le otorgara más prebendas.


Doña Constanza había influido en sus hijos para que éstos fueran más favorables a su pariente. También el abad del cercano monasterio de San Marcos era partidario del rey de Aragón. Sin embargo, Don Diego se había reconciliado con el de Castilla Don Fernando el Santo y, al morir éste, con su hijo Alfonso X el Sabio.


Respecto a los siervos y campesinos, simplemente cumplían órdenes para sobrevivir.


Una mañana López se introdujo en la poza de aguas termales para aliviar sus dolores como lo hacía todos los días. Al punto empezó a gritar de dolor. Su piel se encogió con rapidez. Cuando sus criados le sacaron de la humeante agua, Don Diego agonizaba pidiendo asistencia para el alma y el cuerpo.


Nunca se supo por qué aquella mañana el agua se calentó más de lo habitual. Tampoco tenía explicación alguna el hecho de que nadie acudiera inmediatamente en su ayuda. Pero lo más extraño fue que el grano acumulado en el almacén apareciera impregnado de la sangre de algunas cabezas de ganado que habían sido descuartizadas.


Es curioso que Don Diego pasara a la Historia como “el Bueno” o “el Malo” según quien escribiera su biografía.
Sol Aguirre

domingo, 20 de mayo de 2012

Ilu Cambero finalista del Premio Café Compás

María I. Cambero Serrano ha resultado finalista del XV Certamen Literario de Relatos Cortos Café Compás (Memorial Rafael Martínez Sagarra) que organiza la Asociación Literaria y Cultural vallisoletana "Café Compás". El certamen, bajo el tema "Sueños de Eros", establecía un primer premio de 1.500 euros, así como dos accésits, uno de 500 euros y otro dotado con una serigrafía de Daniel Carrascal Platero con el motivo del cartel ilustrativo del concurso. Incialmente se han seleccionado un total de diez relatos finalistas entre los que se encuentra el titulado Baile de máscaras, de Ilu Cambero. El acta del jurado con el orden definitivo de los finalistas se publicará antes de la entrega de premios que se celebrará el jueves 14 de junio de 2012 a las 20:00 horas en el Paraninfo de la Universidad de Valladolid.

jueves, 26 de abril de 2012

ARANTZA GORORDO: "Una vida y un cuento"

La niña Juana quería tanto a su pueblo que pensaba que era suyo. Cuando el trabajo de su padre obligó a la familia a irse lejos, comprobó que el verde no es el color de todos los campos, ni el gris el de todos los cielos. El mar, su ruido, su olor, había quedado muy lejos. Además, no entendía por qué en el nuevo colegio llamaban babi a la bata y trenca al tabardo. Tampoco le gustaba que no lloviera. Sintió tanto dolor al verse alejada de su pueblo que algo en la garganta, a ella le parecía un nudo, no la dejaba hablar. Por eso empezó a escribir: “Una pena me entristece / mi Vizcaya yo he perdido”, fueron sus primeros versos. 

La niña Juana se hizo mayor añorando el verde oscuro de su pueblo y se prometió volver algún día a buscarlo. Mientras tanto, la tierra amarilla, lisa y extensa —Castilla es ancha y plana como el pecho de un varón— rodeó y coloreó la vida de Juana. Fueron muchos años en los que se le fue el dolor de garganta, la pena y casi, casi la añoranza. Sin embargo, la vida es caprichosa, el trabajo la llevó de vuelta a sus orígenes. Creyó que ahora no sentiría el desarraigo. Ella regresaba. Pero había cambiado mucho y su tierra también. Sentirse extraña en cualquier situación no es agradable, pero en tu propia casa es triste; algo así vivió Juana y se puso un pañuelo para siempre en la garganta.

miércoles, 25 de abril de 2012

JOSÉ MARI ANGULO: "Vía crucis inacabado"

Paseaba por la calle Mayor rememorando tiempos pasados cuando me detuve frente al viejo Gran Casino, cerrado hace años. Recordé a Jesús, el dueño, con el que mantenía una buena amistad.

En el pueblo le llamaban “el rey de los judíos” y, como todos los motes, estaba muy bien puesto. Cuando regentaba la cafetería, la cantidad de las consumiciones menguaba al tiempo que subían los precios por momentos. Nunca existió cliente o amigo al que invitase a tomar algo. Jesús se enorgullecía del apodo porque lo atribuía, ingenuamente, a su papel en la procesión del Viernes Santo, donde todos los años representaba a Cristo en el camino a la crucifixión.  Su vida se centraba en la preparación de ese espectáculo. Llevaba varios años jubilado, pero mantenía un rígido programa de entrenamiento, intentando imitar al personaje. Seguía una estricta dieta vegetariana, combinada con una intensa preparación física. Incluso presumía de su virginidad. Practicaba el culto a su cuerpo, que gustaba exhibir públicamente por calles y paseos, ante las sonrisas de quienes le conocían.

Inesperadamente, apareció frente a mí “el rey de los judíos”. Vestía su acostumbrado atuendo formado por un bañador de los años 70 y zapatillas deportivas. El pecho y la espalda, curtidos por el aire, lucían un moreno exagerado. El pelo, rizado hasta los hombros, era canoso entremezclado con mechones de un rubio llamativo que evidenciaba el efecto del agua oxigenada. La carne tensa y vigorosa que tenía tiempo atrás, presentaba un aspecto flácido. 

—¡Estás como siempre, Jesús! En bañador y a seis grados de temperatura —le dije al saludarle.

—Chechu, seguro que has regresado al pueblo para verme morir con la cruz —contestó con orgullo.

—¡Por supuesto! Mañana estaré en primera fila. 
—No te lo pierdas. Con los años he conseguido vivir el calvario, en vez de representarlo.

Iniciaba la procesión una compañía de centuriones romanos que desfilaba al son de una banda de tambores y trompetas. Tras ellos  marchaba el condenado. Vestía una túnica blanca, ceñida al cuerpo por un cordón en la cintura. Descalzo y con una corona de espinas en la cabeza, Jesús, encorvado, sostenía entre sus manos una enorme cruz de madera que arrastraba con esfuerzo.

En la Plaza Nueva, lugar de la primera caída, se amontonaba un gentío ansioso de presenciar la interpretación del protagonista. Venía sudoroso y se tambaleaba al compás del redoble de los tambores. Su cara reflejaba cansancio y sus manos sujetaban con fuerza la cruz, como si temiese perderla. Al llegar al sitio establecido, simuló un tropezón, soltó la cruz y cayó de bruces sobre el empedrado. Varias mujeres lanzaron gritos de sorpresa y una estruendosa ovación recompensó aquel magistral batacazo. El golpe y los rasguños que se produjo en la cara, le hicieron perder bastante tiempo en levantarse y retomar la cruz. Un hombre corpulento, vestido de samaritano, tuvo que ayudarle con vehemencia para proseguir el recorrido.

En la calle Bilbao, donde se producía la segunda caída, no cabía un alfiler. Muchas personas que habían asistido a la caída anterior, también querían presenciar la siguiente. Jesús avanzaba con paso lento y  los pies cubiertos de barro. Iba tan encorvado por el peso de la cruz, que su cara ensangrentada se acercaba cada vez más al suelo. Con inusitada fruición, se refrescaba con el agua de una esponja que le acercaban y comía los trozos de limón que una mujer le introducía en la boca. Con frecuencia, el samaritano le ayudaba ante las protestas y silbidos de parte del público.

Un par de metros antes del punto fatídico, el condenado levantó su mirada para comprobar la situación. Se detuvo un momento y, haciendo un esfuerzo supremo, avanzó tres pasos más hasta alcanzar un punto rojo pintado sobre el asfalto. Allí mismo cayó fulminado, quedando su cuerpo aprisionado por la enorme cruz. El samaritano acudió veloz en su ayuda, pero Jesús no se movía. Y, extrañamente, siguió inmóvil tras el colosal aplauso del público y los gritos de ánimo que se escuchaban desde todos los rincones. Las miradas de asombro y preocupación que se cruzaban entre los asistentes,  dieron paso a un sepulcral silencio que se apoderó de la multitud. Entonces recordé las palabras de Jesús, anticipándome que le vería morir con la cruz. Se le olvidó advertirme que también iba a  presenciar su mejor actuación.

jueves, 19 de abril de 2012

PATRICIA MILLÁN: 'De mi no-familia, bichos y demás sentimientos'

El anuncio de televisión es un engaño. Los corderos son blancos un día, y al siguiente de nacer ya se han restregado por todos los arbustos, rocas y charcos de barro imaginables, y su lana se tinta de un amarillo indefinido, o más bien, definido pero poco decoroso. Al tacto distan bastante de ser algodonosos, tal vez lija de grano grueso sea un término más ajustado. Y a su paso dejan un olor que, mezclado con el estiércol de las vacas, podríamos definir como “Eau de campagne”. Porque el campo, a diferencia de lo que me quieren hacer creer esas gentes poseídas por un espíritu bucólico, no huele a flores, ni a rocío mañanero, sino a residuos animales y gasolina. Y puestos a elegir, me quedo con la gasolina de ciudad, sin acompañamiento.
En el pueblo no existe el concepto “moda”. O tal vez sí. Depende de a quién pregunte. La tía Felisa, chanchullera y aduladora, no deja de alabar mi vestido negro, con pequeñas flores grises salpicando la raída tela negra. No me molesto en replicar que si le gusta, es porque perteneció a mi madre, y antes que ella a mi abuela. Así que seguramente le encanta porque es un vestido de su época. Tampoco le explico que he destrozado un magnífico par de zapatos de salón color nude, ribeteados en dorado, sumergiéndolos en un maldito charco de barro nada más salir del coche, barro que ha salpicado un par de delicadas medias, y una falda que cuesta más de lo que ella podría gastar en un año en comida. No hago ostensible mi indignación al ver que, veinte años después, las calles siguen sin estar asfaltadas, pero sí cubiertas de esas pequeñas bolitas negras, símbolo de la prosperidad de todo pueblo ganadero que se precie, calculada en base a cabezas de ganado. Me callo que me he visto obligada a hurgar en armarios carcomidos con olor a alcanfor y humedad, hasta encontrar algo que no me importase destrozar en este maldito paraje aislado del mundo. Porque esto, esto no es mundo. Esto es un paréntesis entre ciudad y ciudad, entre civilización y civilización, un descuido que nadie se ha molestado en arreglar, por desconocimiento, por pereza, o por no saber qué utilidad se puede obtener de cuatro casas medio derruidas en un valle perdido.
La tía Felisa, ya que estoy, no es tía de nadie. Pero siempre la hemos llamado así los que parábamos por estos aledaños. En el pueblo, todos somos algo de alguien. A mí me han presentado como la nieta de Mili “la pocholi”, prima de Aquilina, sobrina de Amparo, biznieta de Concha, la mujer de Eloy, el que se fue allá por la época de Franco, vete tú a saber dónde, porque estaban a punto de darle de ostias. Si no bastasen las referencias familiares, soy la que vive en la casa grande, la de los ricos, la de la plaza, la del balcón que da al huerto de Sole (o peor aún, de la Sole), la de los bancos de piedra a la entrada. Soy la que estudió en Bilbao, la que de pequeña se rompió un brazo al caerse de la bicicleta frente a la cuesta que va a casa de Julián. Soy de todo, menos yo. No soy nadie y soy todos al mismo tiempo. Parece que de mi cuerpo surgieran hilos que me uniesen a cada uno de los individuos de mi no familia. Y cada vez que me veo obligada a asomar la cabeza por aquí, buscan nuevas conexiones que me aten no sólo a la gente de mi pueblo, sino también hacia los que viven en los pueblos de alrededor. Nunca he sido consciente de que mi familia fuera tan grande, pero dudo que ninguno se presente en mi funeral.
La peor consecuencia de que todos seamos familia, es que no hay necesidad de intimidad. Las puertas no se cierran jamás, y cualquiera puede aparecer a las ocho de la mañana en mi dormitorio para invitarme a dar un paseo por la vega. Aparecen a la hora de comer y se sirven del plato de jamón sin ser invitados, me cogen prestada la motosierra, la cazuela grande –que vienen mis nietos a comer y la mía es muy pequeña–, un par de zapatos –que tengo un funeral y los míos están destrozados–, lo que se tercie. Y como somos familia, y en familia hay confianza, y la confianza da asco, pueden permitirse no devolvérmelo hasta que se acuerden, o hasta que lo necesite y lo reclame, o nunca. Tal vez sean sus hijos los que se lo devuelvan a los míos algún día, después de haberlo encontrado por ahí tirado en una bodega sombría y llena de telas de araña.
En la ciudad hay cucarachas, moscas y mosquitos. En el campo también. Y además, una interminable retahíla de bichos varios en color, forma y modo de desplazamiento, que, a falta de una experiencia previa negativa, se creen que están por encima de mí en la pirámide evolutiva. La gran mayoría asquerosos, y el resto, de vivos colores, venenosos. A eso sumo el ganado, las aves salvajes y de corral, y un variado surtido de alimañas y roedores, y obtengo una experiencia similar a visitar un zoológico, pero sin monos y peor. El animal que más odio, al que me dan ganas de romperle el cuello cada mañana, es el gallo. Muy digno él, despertando con soberbia a todo ser viviente en kilómetros a la redonda. Teniendo sólo dos cometidos en la vida (cacarear y reproducirse), bien podría haber elegido otros horarios.
Despertarme en el pueblo es una sensación muy desagradable, porque tengo por delante horas de hastío que no sé con qué rellenar, así que opto por dormir mucho: me acuesto a las diez y me levanto a las doce. De esta forma sólo tengo que ocupar diez horas al día. Si resto hacer la comida y comer, quedan nueve. Explorar el desván, ocho. Leer, cinco. Emplearía una hora en bañarme si el agua no llegase directamente de la montaña, gélida, sin posibilidades de poner en marcha el maldito calentador. Así que sólo puedo rebajar unos diez minutos. El pelo me lo lavo con agua que caliento en la cazuela grande –que vienen mis nietos a comer y la mía es muy pequeña–, siempre que no me la hayan cogido prestada. Si no, en dos veces en la cazuela pequeña.
La única vez que pensé en darle al lugar una segunda oportunidad, y llevé mi mejor equipamiento de montaña, dispuesta a disfrutar de una florida primavera, nevó. Seis días encerrada en una cocina minúscula, con techos bajos que demuestran que las nuevas generaciones ganamos al menos en centímetros, si no en otras cosas. Al calor de un horno de leña, que me provocó un dolor de cabeza bastante notable, pero al menos no la muerte por asfixia.
Mi familia siempre me ha dicho que a los treinta aprendería a disfrutar del pueblo, sus paisajes, el sosiego. Me quedan seis meses y, o el golpe en la cabeza que me he de dar será muy fuerte, o dudo que el odio que me inspira termine de repente.

miércoles, 14 de marzo de 2012

JOSE MARI ANGULO: "Un carácter bien alimentado"

—Mira quién ha venido a comer con nosotros —me dijo Maite sonriente cuando entré a la cocina. 

Allí estaba Asier. Sentado como un rey, usurpando mi sitio y mordisqueando una croqueta. Al verme apartó la mirada de la comida que cocinaba mi mujer y me dedicó media sonrisa, sin decir nada. Es muy comunicativo y amable cuando está de buen humor, pero hambriento, su carácter cambia radicalmente.

—¡Grandullón! Me alegro de que hayas venido —le dije a modo de saludo.

—¡Eh! ¡Eh! —fue su escueta respuesta.

Comprendí que tenía hambre y me apresuré a cambiarme para comer. Mientras lo hacía, pensé que hoy me quedaría sin conocer la previsión del tiempo porque Asier ve un canal de televisión que solo a él le gusta.

Me senté a su lado y, como Maite continuaba friendo filetes, partí un poco de pan para calmar el hambre. Las migas esparcidas alrededor del plato del invitado delataban que él ya había comido su ración. Al meterme en la boca un pedacito, chilló:

—¡Eh! ¡Eh! 

Dejé raudo el pan mientras Maite colocaba una hermosa fuente de puré en el centro de la mesa. Para tranquilizar a Asier cogí su botellín especial de agua y fui a servirle el vaso. Al acercarme a él, y sin previo aviso, pegó un manotazo a mis gafas que cayeron en el espeso puré. 

—¡Eh! ¡Eh! —gritó, visiblemente enfadado por mi descuido con la comida.

Entonces, manteniendo la serenidad como pude, retiré su plato y aparté el botellín y el vaso. 

—¡Asier, has sido malo! Hoy te quedas sin comer puré —le dije muy serio, al tiempo que, anticipándome a su reacción, untaba el chupete en el puré y se lo metía en la boca. 


José Mari Angulo: Llevo escribiendo muchos años, pero obras dedicadas a microcontroladores y robots. Tanto tiempo, que ya estoy jubilado. Para evitar seguir estudiando los continuos descubrimientos científicos y continuar escribiendo, cambié inocentemente de temática y conseguí que me publicasen una novela. Fue tal mi decepción, que he comenzado a aprender a escribir. 
 Ahora me doy cuenta que escribir literatura es mucho más difícil que hacerlo sobre tecnología. También, que no sé nada. Pero el futuro me sonríe: mejorar va a ser muy fácil.

martes, 13 de marzo de 2012

ESPERANZA SALDAÑA: "Cormorán"

Me gusta madrugar y acercarme lentamente a la ría envuelta en brumas cortadas por el vaivén de la barquilla.

Me embriago de humedad y aromas marinos y observo los peces, mecidos por la corriente que sube hacia las antiguas minas vizcaínas llevando barcos fantasmas a su encuentro.

Esquivo a los pocos paseantes que observan mis movimientos, precisos y efectivos, copiados de los de mi padre, gran pescador y mejor filósofo.

Prefiero vestir de negro. La gente pasa sin verme. Me confunde quizás con un engranaje más del puente, un madero de gabarra o un trozo de cargadero.

Fundido con la luz del amanecer, me hago invisible para sacar del agua el sustento y la energía.

Luego, lentamente, me voy sin prisas, disfrutando de la brisa,  de las olas, de la gente y de la vida.

Esperanza Saldaña, Bilbao 1963, traductora y diletante.

jueves, 8 de marzo de 2012

ANGELES GONZÁLEZ: 'Amor'

Hacía semanas que la esperaba al atardecer, cuando ella volvía del trabajo. Siempre a la misma hora.
Escondido entre la sombra de los setos aguardaba el momento oportuno. Que nadie lo viera.
—Vaya, ahora sale un vecino. Otro día eran unos niños que jugaban. En algunas ocasiones eran los coches que aparcaban, o los repartidores de pizzas…
Él mantenía el cuchillo en el bolso del pantalón, lo acariciaba, lo agarraba con fuerza y disfrutaba por adelantado del momento tantas veces supuesto. El momento de herirla, de matarla, de hacer saltar su sangre y verla caer al suelo con los ojos suplicantes. Esos ojos que le miraban llenos de desprecio cuando él la amaba con furia, con pasión.
Ella era suya, suya para siempre. No podía ni imaginar que fuera de otro, ni tan siquiera que no fuera de nadie. Era suya y él sabía que a ella tan solo le aguardaba la muerte.





lunes, 5 de marzo de 2012

JAVIER IBARROLA: "El taller (2+6=8)"

Me apunté a un taller de literatura (10=8+2). Nos reuníamos a la tarde de todos los martes para hablar de textos, leer el cuento que habíamos escrito esa semana y comentar nuestros  progresos (9=8+1) y retrasos (8). 

El primer día que acudí a la habitación (10=8+2, porque siempre cuento la hache) donde celebrábamos las reuniones, os reconocí. Era un lugar perfecto para vosotros: una caja de paredes de cristal con el techo oscuro, suelta en una gran planta donde la gente leía, recogida en el estudio de las palabras.

Me gustaba escribir. Y es que el modo de unir las letras, el orden exacto en que se colocan, es importante. Es lo único importante. De ello depende la idea que obtenemos del mundo y la forma en que los demás nos consideran. Poder contar lo que piensas, moldear lo que descubres en los demás, desentrañar las vidas y los comportamientos ajenos, era lo más cercano a ser un pequeño dios a que había llegado nunca.

No me costó reconoceros, os había visto ya por la ciudad: apariciones fugaces en los reflejos de las lunas de los locales comerciales, en las miradas negras de algunas  gafas de sol, o en el reflejo curvo de los cristales de los coches. Por poco tiempo, pero ya os había visto.

El poder de las palabras (8), su extensión (9=8+1)…  las personas hablan y escriben utilizándolas sin ser conscientes de cómo lo hacen. Se pasan la vida prostituyéndolas, sin pensar en ellas: blasfeman, insultan, las confunden y transforman… incluso mis compañeros del taller de literatura no miden la extensión de sus textos. Cada noche, cuando vuelvo a casa, con sus relatos bajo el brazo, cuento los caracteres que han utilizado para sus magníficas historias. Sé que no me creeréis si os digo que no tienen el más mínimo rigor. ¡Los profesores (10=8+2) nunca nos han dicho nada sobre el número de letras, de signos, de espacios (8), que debe haber en un folio!

Supe en el acto que a vosotros os molestaba tanto como a mí. El primer día, mientras escribíamos una historia sobre la cara de un mono, yo os miraba en los reflejos de los cristales. Nos mirabais entusiasmados. Celebrabais alegres muestras ocurrencias hasta que reparasteis, como yo, en que nadie contaba las palabras.

Primera lección: uno y dos (3), tres, seis y ocho (4), cuatro (6) y cinco, siete y nueve (5). Yo la aprendí rápido y os gustó.

Sé que estáis enfadados. Una de mis compañeras habla de espíritus, pero no es verdad. Ella no os ve. Habla de luz y vosotros estáis en la sombra, detrás de cada uno de nosotros. Cada tarde de cada martes.

Al principio no fue fácil. Con Jesús me costó. Tuve que urdir una trama, hablar a mis compañeros de él como si no le interesaran nuestras reuniones. Al final, todos creyeron que nos había abandonado aburrido de nuestras historias. Con Eunate fue más sencillo. Se había relacionado poco y a nadie le extrañó que un día no apareciera más. Claro que tuve que deshacerme de su amiga Laura, que fue la única a la que no convenció su extraña desaparición. Un par de correos desde una dirección electrónica inventada, diciendo que se había trasladado de ciudad y que el trabajo le atosigaba lo suficiente como para no venir a despedirse: todos lo creyeron.

Pero para vosotros (8) no es suficiente, pedís más, no os basta con tres (4), los queréis a todos (5). Llevo escritos 2.696 caracteres, con espacios, 3.271. Ahora, 2.742 y 3.325. Ahora, 2.761 y 3.347. Ahora… lo sé, debo terminar (8). No os preocupéis, mañana es martes. Sé que esto debe acabar.

Ocho caracteres (10=8+2) más y 3.500.

lunes, 27 de febrero de 2012

ALEJANDRA FERREIRO: "Y la luna fue mi cómplice"

Su muerte sonó a cristales rotos.

En la noche aullaba la luna llena, llamaba a los lobos. Asunción quiso esconderse en la oscuridad de un rincón. Se agazapó como una niña jugando al escondite, con la cabeza entre las piernas abrazadas. Quería hacerse pequeñita, una mota de polvo, una gota de lluvia. Desaparecer.

Lo consiguió durante unos instantes. Pero la luna volvió de entre las nubes para delatarla. La buscó furiosa, encontró su pelo. Y las asesinas que la perseguían dieron con ella en seguida. Los lobos, en la noche, respondían a la llamada. Mientras, dentro, dos manos crueles quebraban el cuerpo crispado de Asunción.

Cuando terminaron el trabajo, avergonzadas, se escondieron en mis bolsillos. No soportaron la visión de la sangre que ensuciaba las esquinas. La sangre que les gritaba:

¡Asesinas! ¡Asesinas!

Alejandra Ferreiro: Escribo desde siempre pero nunca me había presentado a ningún concurso ni había pensado en publicar, supongo que era algo demasiado personal.

domingo, 26 de febrero de 2012

PATRICIA MILLÁN: 'De la teoría de Darwin'

Me decido por fin, doctor, a explicarle la evolución de lo que usted ha dado por llamar “mi enfermedad”. ¡Qué equivocado está! No hay enfermedad alguna que asole mi mente, mis acciones vienen dadas por un proceso natural de la razón. Pero comprendo que, dado que usted tiene una capacidad intelectual limitada, necesite que le aporte luz en este asunto. 
¿Ha oído hablar de la teoría de la evolución? ¿De la selección natural? Darwin tenía un intelecto superior, ¿no está usted de acuerdo? Su habilidad para juntar disciplinas, para desenmarañar los intrincados hilos de la genética a través de la observación… Desde que tenía siete años, he pensado mucho en sus principios. Y también en sus limitaciones, y he llegado a una conclusión: la evolución es demasiado lenta. Generaciones perdidas para lograr la supervivencia de los mejor adaptados.
En aquel verano de mis siete años, hacía un calor en casa de mis padres como no se había visto en décadas. Y la sucia y pegajosa humedad atraía a cientos de insectos a mi habitación, efecto aumentado por el dulzor de los repugnantes postres que a mi madre le entusiasmaba preparar, kilos y kilos de azúcar, nata y mantequilla que engrosaban los centímetros de su cuerpo.
Pasé mucho tiempo estudiando los movimientos de moscas y mosquitos. Su existencia estaba vacía, era evidente que las teorías de Darwin harían mella en estas especies. Y entonces llevé a cabo mi primer trabajo: recogía una a una las moscas que lograban entrar en mi habitación, las atravesaba con un palillo, y las quemaba en una lata de conservas. ¿Sabe lo que pasó, doctor? Nada. No luchaban, no se quejaban. Tal vez había atravesado su sistema nervioso, o a lo mejor asumían su destino. Había llegado antes de lo esperado, pero era inevitable. Sin decir nada me daban la razón, yo no hice más que acelerar lo que habría de ser. ¡Era tan lógico! ¡Y sin embargo, mis padres no fueron capaces de entenderlo! Yo había sido elegido para favorecer la evolución, y ellos eran un obstáculo.
Como las moscas, tampoco se quejaron. Aún veo en sus ojos abiertos la sorpresa, sin ser conscientes de que nada iba a cambiar cuando ya no estuvieran. Fue la última vez que usé el fuego para cumplir con mi designio, es un método demasiado engorroso y llamativo.
¡El mío es un trabajo tan arduo! ¡Tan eterno! Pocos son los destinados a sobrevivir. Los demás son trabas que una vez eliminadas, harán de los que queden una especie superior ¡Estoy logrando acortar el proceso, acelerarlo! ¿No tendrían que estarme agradecidos? Mírese en el espejo, doctor. ¿Acaso no ve que es usted uno de ellos? ¿Y yo? Yo también me he quedado atrás en el proceso evolutivo, no soy lo suficientemente inteligente. Me di cuenta cuando maté a mis padres.. Era imposible que la genética permitiera que la descendencia de esos absurdos individuos fuera mejor que ellos.
Pero no se preocupe doctor, usted contribuirá a mi proyecto aunque no lo entienda. Me han quitado mi pistola, pero no importa, siempre puedo volver a los inicios, y el fuego es igual de efectivo. Sólo una cerilla después de atrancar puertas y ventanas.
Piense en ello doctor, piense en lo que ahora haremos por la humanidad.

jueves, 16 de febrero de 2012

ARANTZA GORORDO: "Aviones"

Nuestra oficina es uno de esos espacios fríos y enormes en los que la privacidad no existe. Las mamparas cristalinas y una gran pantalla de ordenador son nuestro horizonte. Ayer por la tarde alguien lanzó un avión de papel. Al principio, su viaje distrajo a unos pocos; luego, el prolongado vuelo nos fue seduciendo. Levantamos brazos y manos para fabricar viento. Planeaba y reíamos. Con extraños escorzos y posturas, conseguimos que la nave continuara su camino.   
Todos sabíamos que al caer el avión dejaríamos de ser niños.

domingo, 12 de febrero de 2012

JAVIER IBARROLA: "El juego"

Un juego en forma de relato, muy original, firmado por Javier Ibarrola. Para apreciarlo mejor conviene que os lo descarguéis en pdf pinchando sobre la imagen.

sábado, 11 de febrero de 2012

ANA ÁLVAREZ: "El juego"

Las balas silbaban a su alrededor. Los compañeros caían. El objetivo aún distaba tres manzanas y el maldito callejón se le antojaba demasiado estrecho bajo el fuego enemigo. Un escalofrío recorrió su espalda al escuchar el sonido de la granada. Un segundo después, todo se tornó rojo. “Te ha matado una granada. Atento al indicador de granadas”, leyó en la pantalla.
“¡Mierda!”, exclamó soltando el ratón con enfado.
En ese preciso instante, desde la puerta abierta del barracón, su sargento le gritó:
–¡Cortés, espabila!, te toca salir de patrulla.
Con un suspiro, se levantó de la silla, cogió el casco y su G-36, y salió al encuentro del sofocante verano afgano.

jueves, 9 de febrero de 2012

CARMEN ARRIBAS: "Sorpresa"

La niña se subió a una banqueta para llegar al armario. No había galletas, ni chocolate, ni azúcar ni cacao. Un ratoncito blanco se le quedó mirando.

miércoles, 1 de febrero de 2012

JAVIER ORTIZ DE COSCA: "Café en Granada"

«Estábamos esperando la primera dosis de cafeína de la mañana. Para visitar La Alhambra en agosto es necesario madrugar. Busqué al camarero y le hice una seña.
Enjuto, oscuro y serio salió pausado y nos envolvió con su mirada.
—Qué va a tomá?
—¡Ya era hora, tenemos prisa! Uno con leche, un cortado, un descafeinado, una manchada, uno doble, uno con hielo…
Giró impasible y se alejó con señorío de torero.
Descargó de la bandeja ocho cafés con leche y habló con la sabiduría de mil años de historia.
—Aquí tié lo café y repártanselo como quiera.»

martes, 31 de enero de 2012

MARÍA SERRANO: "El esquema"

Tenía claro el inicio: el personaje principal pegaría varios ¿saltos/brincos/botes? Respiraría ¿profundamente/hondamente? y doblaría las articulaciones. Miraría hacia la derecha ¿punto/coma? M/miraría hacia la izquierda. A lo lejos distinguiría una ¿nube/columna? de ¿arena/polvo? alejándose. Pensaría (humanización): ahora o nunca. El asfalto estaría muy caliente --lo habitual en la sesenta y seis a aquella hora— (el detalle).

En algún momento, la columna cambiaría de dirección bruscamente (¡¡¡punto culminante!!!). Ahora se dirigiría hacia ella ¿cómo aumentar la tensión dramática aquí? No se preguntaría si tenía tiempo para llegar al otro lado. No se lamentaría por dejar una familia huérfana. Su minúsculo cerebro sólo se preocuparía por su supervivencia (deshumanización). La columna pasaría rozándola levemente. Yo no la pisaría por accidente ¿una coma/un punto/dos puntos? S/sería por terminar el cuento.

sábado, 28 de enero de 2012

Javier Ortiz de Cosca, finalista del Premio de relatos Hartu-Emanak

El relato Duelo de capitanes, de Javier Ortiz de Cosca ha resultado finalista del Sexto Concurso de Relatos Recuperados de la Tradición Oral HARTU-EMANAK, cuyos premios se han entregado esta mañana en la biblioteca de Bidebarrieta. Toda la información pinchando aquí.

jueves, 26 de enero de 2012

PATRICIA MILLÁN: 'Conflicto bélico'

Fijo mi objetivo. No puedo dejar que nada se interponga, que nada me distraiga. Los nervios se abren paso y me mantienen alerta. El sudor se filtra por mi piel, cae, deja un rastro fácil de seguir por los pliegues de mi ropa. Vela mis ojos, parecen cubiertos por cataratas. A mi lado, detrás de mí, les siento. Les oigo. Vociferan, rugen. Su objetivo es el mío. Será una lucha absurda, abocada al fracaso de unos o de otros, en realidad, de todos. En mi avance recibo un impacto en la cara. Siento el sabor metálico de la sangre en la comisura de mi boca. Miro a mi alrededor para saber de dónde viene el ataque. De pronto, tropiezo con uno de los caídos, uno de los que no consiguieron la victoria, uno más en esta guerra inútil. Caigo, no hay a qué agarrarme. Me adelantan por los flancos, pasan por encima de mí. El objetivo desaparece de mi vista. He perdido la batalla, y lágrimas de furia me inundan y se mezclan con el sudor. ¡Maldita sea! Si yo sólo quería una camiseta en oferta.

martes, 24 de enero de 2012

ARRATE ARIAS: "El día que conocí a mi padre"

Buscaba a un hombre viejo y descubrí una mujer nueva: mi madre.

Arrate Arias: (Bilbao,1970). Profesión: mercenaria del informe técnico. Género literario de interés: teatro. 

lunes, 23 de enero de 2012

JAVIER IBARROLA: "Mercurio"

Del viejo olmo apenas cuelgan unas pocas hojas amarillas que tiemblan al paso del viento. El árbol se engalana con el color rojo del pecho de un pequeño pájaro que, nervioso, observa el suelo negro y húmedo, donde yacen descompuestas las hojas que vistieron sus ramas. 
Mercurio no tiene atmósfera y allí cada día es igual al siguiente, desde hace millones de años.

sábado, 21 de enero de 2012

ARANTZA GORORDO: "Miradas"

Volvíamos a casa por la autopista y había atasco. Nos paramos. 
Justo a la derecha se detuvo un camión repleto de vacas. Para que cupieran más, iban colocadas a la contra: mientras unas nos daban la cara, las otras nos ofrecían el extremo contrario. Yo iba de copiloto y me entretuve en mirarlas. 
Avanzábamos, parábamos… En cada encuentro, una mirada. ¡Qué ojos tan expresivos tienen las vacas! 
Hubo una que siempre me sostuvo la mirada. No quise decirle adónde iba. Ella tampoco me dijo nada.

viernes, 20 de enero de 2012

ÁNGELES GONZÁLEZ: 'Venganza'

En la oscuridad agarró con fuerza la mano de su madre. Hacía frío en la bodega y la humedad escurría por las paredes. Se había echado una pequeña manta por encima. Los dos últimos días solo había comido un par de bolsas de patatas, que cogió al salir de casa, no había dormido apenas y oía con ansiedad los ruidos del exterior. Podía estar tranquilo: nadie sospechaba que se encontrara allí. El pueblo estaba calmado, el silencio le aturdía y él hablaba bajito con su madre. 
—No te preocupes mamá. Nadie sabe dónde nos hemos encerrado, aquí estamos seguros, a salvo de todos. Yo te cuidaré como siempre, igual que siempre.
Miró a la madre, envuelta con una colcha. Se adivinaba su cara en la penumbra. La nariz afilada, el rostro delgado y los labios finos. Mantenía su expresión inteligente. Su cuerpo, consumido, apenas abultaba. No se movía.
—Nos dejó solos y sufrimos su abandono, sobre todo tú, mamá. Tú que se lo diste todo, la vida, tu amor, tu trabajo, tu dinero. Conseguiste que fuera lo que tú no habías sido, que llegara donde tú no pudiste llegar, que lograra ser libre e instruida. Siempre trabajaste para ella, y estabas orgullosa de tu hija. La mirabas con arrobo, con pasión. Pero se fue y nos olvidó. 
Los últimos años apenas la viste y tú estabas enferma, agotada, débil. La llamamos cuando dejaste de andar. No vino. Ni tan siquiera devolvió tu llamada, la disculpaste porque ella siempre estaba muy ocupada. Tenía muchos compromisos y le resultaba imposible acudir a visitarte. Pero no te verá más, no se lo merece. Hoy está en el pueblo, ha llegado cuando ya no hace falta. Llevamos tres días escondidos, nos están buscando, pero no nos encontrarán. Esperaremos unos días más, hasta que se vaya. Entonces podré enterrarte.

Ángeles González: Nací en Haro (La Rioja). De mi padre aprendí a leer buenos libros y a beber buen vino. Maestra, licenciada en Antropología socio-cultural y en Filosofía.

jueves, 19 de enero de 2012

ANA ÁLVAREZ: "¡No miréis atrás!"

La mujer de Lot quiso llevarse el recuerdo de las cosas que amaba y dejaba atrás.
Además, sabía que, aunque ella tropezase con alguna piedra del camino, su marido jamás volvería la cabeza.

martes, 17 de enero de 2012

CAROLINA RODRíGUEZ: "Silencio líquido"

Hoy has vuelto a Santa Cruz del Sil. Teresa te llamó ayer para decirte que la abuela había muerto. Te esperaban a las cinco para el funeral. Tras un tedioso viaje de seis horas en coche te diriges directamente a la iglesia. El pequeño templo está abarrotado. En el interior nada parece haber cambiado en estos quince años. El altar decorado con las mismas flores de plástico, los desconchones en la pared, el mismo soniquete de campanillas en el ofertorio… En el primer banco, próxima al féretro y custodiada por un séquito de mujeres, tu madre concentrada y llorosa apenas te saluda. Sus ojos húmedos te miran censuradores como aquella tarde de verano.

Aquel verano de despertares y conquistas.

Aquel verano de coqueteos y enamoramientos.

Aquel cálido y dulce verano. 

Aquel verano en que tu hermano Carlos murió. 

Desde que nació, él había recibido todos los abrazos y besos de los que ni tú ni tus hermanos disfrutasteis. Sin esfuerzo, cosechaba alabanzas y elogios. Sus imprudencias se consideraban travesuras, sus caprichos, necesidades y sus faltas de respeto, una muestra de carácter.

Contra tu costumbre, aquella tarde no te importó que os acompañara al río, porque de ese modo tu madre no pondría ninguna objeción a que fueras sola con Jaime. Eso sí, ella insistió como siempre en que tomarais todas las precauciones. El rÍo era peligroso y traicionero en las zonas profundas. Hacía mucho calor, así que buscasteis el cobijo de una frondosa sombra. 

Recuerdas que tras poneros el bañador, jugasteis los tres un rato en la orilla. El agua, transparente y gélida, parecía clavarse en la piel como puñales. 

Recuerdas que tus piernas entumecidas te llevaron de regreso a la orilla haciendo equilibrios sobre los cantos rodados resbaladizos por el musgo viscoso que los recubría. Dejaste solos a los chicos gritando y correteando entre las rocas.
Recuerdas el fibroso cuerpo de Jaime mientras escalaba uno de los riscos que sobresalían sobre la límpida cara del río.
Recuerdas que desde lo alto, cogió impulso batiendo los brazos varias veces como si de un saltador profesional se tratara.
 

Recuerdas sus manos abriéndose paso entre las aguas cuando se lanzó desde aquel trampolín natural.
 

Recuerdas cómo, durante unos segundos, tu corazón dejó de latir esperando ansiosa que su cabeza reapareciera en la superficie buscando aire.
 

Luego, nada. Y de repente, tan solo el cuerpo de Carlos, boca abajo, flotando desvalido, transportado por la corriente.

No recuerdas cuando habías dejado de verle, cómo lo sacasteis presurosos del agua ni cómo lo subisteis a hombros hasta la carretera. No recuerdas el coche que os llevó al puesto de socorro más próximo, ni el gesto apesadumbrado del médico. Tampoco cuánto tiempo pasó hasta que por fin reuniste el valor para entrar en casa y mirar  a tu madre a los ojos. Esos ojos acuosos que te miraron sin preguntar, sin pedir ni una sola aclaración. Un silencio que encerraba mil y un reproches. Un silencio pesado y líquido.

lunes, 16 de enero de 2012

Javier Ortiz de Cosca en 'El Correo'

Alguno de los alumnos de Literatura Viva comienzan a obtener sus frutos. Javier Ortiz de Cosca, finalista en varios concursos en los últimos meses, aparece hoy en la edición impresa de El Correo. Si queréis leer el artículo pinchad en la imagen para descargaros el pdf.

viernes, 13 de enero de 2012

Bajo el humo de las farolas

Relato ganador de Primer Premio en castellano del IV Concurso de Relato Breve Enric Valor-Vall de Guadalest. Su autora: Laura Hidalgo

Aquella mujer iba a fumar junto a la misma farola todas las noches a las once en punto. Los vecinos se habían percatado de esta inusual costumbre y presenciaban, desde sus ventanas, este hecho fuera de lo común.

Para muchos este ritual encerraba un poderoso misterio. Algunos pensaban que pertenecía al servicio secreto. Otros creían que podría tratarse de una asceta moderna que fumaba alguna sustancia sagrada que le ayudaba a meditar. Los más racionales decían que no soportaba a sus hijos y bajaba todas las noches para librarse un rato. Los más románticos, que un marinero le dijo una vez que le esperase junto al faro y ella esperaba allí por equivocación. 

A algunas personas les parecía bien, “que haga lo que quiera”. A otras personas les parecía mal, “no debería quedarse ahí, ¡con el frío que hace!”. Unos opinaban que era rara, mientras que otros sostenían que no molestaba. Una noche un vecino que pasaba por allí, le pidió un cigarro. En lugar de continuar hacia su casa, se quedó con ella charlando. Le resultó tan agradable aquel instante que volvió de vez en cuando a fumar junto a ella. Con el tiempo comenzaron a venir algunos amigos más, con sus respectivos cigarros. 

En algunos barrios se empezaron a formar grupos de fumadores en torno a las farolas. Se convirtió en algo tan habitual que el ayuntamiento colocó ceniceros en ellas para que no quedaran montañas de colillas por el suelo. Incluso había personas que no concebían pararse por casualidad junto a una farola sin encender un cigarrillo. Pronto la práctica se había extendido por algunos lugares de Francia, en Reino Unido las farolas se llenaban de humo una hora antes y se empezaban a conocer los primeros casos en México D.F. 

Cuando detenerse junto a las farolas se había convertido en una costumbre universal, una noche, de pronto, la mujer no acudió a su cita. Aturdidos por aquel extraño acontecimiento, los vecinos no pudieron contener más su curiosidad y llamaron a la puerta de la mujer. Por fin alguien se atrevió a preguntar: 

-¿Por qué no has bajado junto a la farola esta noche? 

Ella respondió con naturalidad:

-He dejado de fumar.

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