martes, 31 de enero de 2012

MARÍA SERRANO: "El esquema"

Tenía claro el inicio: el personaje principal pegaría varios ¿saltos/brincos/botes? Respiraría ¿profundamente/hondamente? y doblaría las articulaciones. Miraría hacia la derecha ¿punto/coma? M/miraría hacia la izquierda. A lo lejos distinguiría una ¿nube/columna? de ¿arena/polvo? alejándose. Pensaría (humanización): ahora o nunca. El asfalto estaría muy caliente --lo habitual en la sesenta y seis a aquella hora— (el detalle).

En algún momento, la columna cambiaría de dirección bruscamente (¡¡¡punto culminante!!!). Ahora se dirigiría hacia ella ¿cómo aumentar la tensión dramática aquí? No se preguntaría si tenía tiempo para llegar al otro lado. No se lamentaría por dejar una familia huérfana. Su minúsculo cerebro sólo se preocuparía por su supervivencia (deshumanización). La columna pasaría rozándola levemente. Yo no la pisaría por accidente ¿una coma/un punto/dos puntos? S/sería por terminar el cuento.

sábado, 28 de enero de 2012

Javier Ortiz de Cosca, finalista del Premio de relatos Hartu-Emanak

El relato Duelo de capitanes, de Javier Ortiz de Cosca ha resultado finalista del Sexto Concurso de Relatos Recuperados de la Tradición Oral HARTU-EMANAK, cuyos premios se han entregado esta mañana en la biblioteca de Bidebarrieta. Toda la información pinchando aquí.

jueves, 26 de enero de 2012

PATRICIA MILLÁN: 'Conflicto bélico'

Fijo mi objetivo. No puedo dejar que nada se interponga, que nada me distraiga. Los nervios se abren paso y me mantienen alerta. El sudor se filtra por mi piel, cae, deja un rastro fácil de seguir por los pliegues de mi ropa. Vela mis ojos, parecen cubiertos por cataratas. A mi lado, detrás de mí, les siento. Les oigo. Vociferan, rugen. Su objetivo es el mío. Será una lucha absurda, abocada al fracaso de unos o de otros, en realidad, de todos. En mi avance recibo un impacto en la cara. Siento el sabor metálico de la sangre en la comisura de mi boca. Miro a mi alrededor para saber de dónde viene el ataque. De pronto, tropiezo con uno de los caídos, uno de los que no consiguieron la victoria, uno más en esta guerra inútil. Caigo, no hay a qué agarrarme. Me adelantan por los flancos, pasan por encima de mí. El objetivo desaparece de mi vista. He perdido la batalla, y lágrimas de furia me inundan y se mezclan con el sudor. ¡Maldita sea! Si yo sólo quería una camiseta en oferta.

martes, 24 de enero de 2012

ARRATE ARIAS: "El día que conocí a mi padre"

Buscaba a un hombre viejo y descubrí una mujer nueva: mi madre.

Arrate Arias: (Bilbao,1970). Profesión: mercenaria del informe técnico. Género literario de interés: teatro. 

lunes, 23 de enero de 2012

JAVIER IBARROLA: "Mercurio"

Del viejo olmo apenas cuelgan unas pocas hojas amarillas que tiemblan al paso del viento. El árbol se engalana con el color rojo del pecho de un pequeño pájaro que, nervioso, observa el suelo negro y húmedo, donde yacen descompuestas las hojas que vistieron sus ramas. 
Mercurio no tiene atmósfera y allí cada día es igual al siguiente, desde hace millones de años.

sábado, 21 de enero de 2012

ARANTZA GORORDO: "Miradas"

Volvíamos a casa por la autopista y había atasco. Nos paramos. 
Justo a la derecha se detuvo un camión repleto de vacas. Para que cupieran más, iban colocadas a la contra: mientras unas nos daban la cara, las otras nos ofrecían el extremo contrario. Yo iba de copiloto y me entretuve en mirarlas. 
Avanzábamos, parábamos… En cada encuentro, una mirada. ¡Qué ojos tan expresivos tienen las vacas! 
Hubo una que siempre me sostuvo la mirada. No quise decirle adónde iba. Ella tampoco me dijo nada.

viernes, 20 de enero de 2012

ÁNGELES GONZÁLEZ: 'Venganza'

En la oscuridad agarró con fuerza la mano de su madre. Hacía frío en la bodega y la humedad escurría por las paredes. Se había echado una pequeña manta por encima. Los dos últimos días solo había comido un par de bolsas de patatas, que cogió al salir de casa, no había dormido apenas y oía con ansiedad los ruidos del exterior. Podía estar tranquilo: nadie sospechaba que se encontrara allí. El pueblo estaba calmado, el silencio le aturdía y él hablaba bajito con su madre. 
—No te preocupes mamá. Nadie sabe dónde nos hemos encerrado, aquí estamos seguros, a salvo de todos. Yo te cuidaré como siempre, igual que siempre.
Miró a la madre, envuelta con una colcha. Se adivinaba su cara en la penumbra. La nariz afilada, el rostro delgado y los labios finos. Mantenía su expresión inteligente. Su cuerpo, consumido, apenas abultaba. No se movía.
—Nos dejó solos y sufrimos su abandono, sobre todo tú, mamá. Tú que se lo diste todo, la vida, tu amor, tu trabajo, tu dinero. Conseguiste que fuera lo que tú no habías sido, que llegara donde tú no pudiste llegar, que lograra ser libre e instruida. Siempre trabajaste para ella, y estabas orgullosa de tu hija. La mirabas con arrobo, con pasión. Pero se fue y nos olvidó. 
Los últimos años apenas la viste y tú estabas enferma, agotada, débil. La llamamos cuando dejaste de andar. No vino. Ni tan siquiera devolvió tu llamada, la disculpaste porque ella siempre estaba muy ocupada. Tenía muchos compromisos y le resultaba imposible acudir a visitarte. Pero no te verá más, no se lo merece. Hoy está en el pueblo, ha llegado cuando ya no hace falta. Llevamos tres días escondidos, nos están buscando, pero no nos encontrarán. Esperaremos unos días más, hasta que se vaya. Entonces podré enterrarte.

Ángeles González: Nací en Haro (La Rioja). De mi padre aprendí a leer buenos libros y a beber buen vino. Maestra, licenciada en Antropología socio-cultural y en Filosofía.

jueves, 19 de enero de 2012

ANA ÁLVAREZ: "¡No miréis atrás!"

La mujer de Lot quiso llevarse el recuerdo de las cosas que amaba y dejaba atrás.
Además, sabía que, aunque ella tropezase con alguna piedra del camino, su marido jamás volvería la cabeza.

martes, 17 de enero de 2012

CAROLINA RODRíGUEZ: "Silencio líquido"

Hoy has vuelto a Santa Cruz del Sil. Teresa te llamó ayer para decirte que la abuela había muerto. Te esperaban a las cinco para el funeral. Tras un tedioso viaje de seis horas en coche te diriges directamente a la iglesia. El pequeño templo está abarrotado. En el interior nada parece haber cambiado en estos quince años. El altar decorado con las mismas flores de plástico, los desconchones en la pared, el mismo soniquete de campanillas en el ofertorio… En el primer banco, próxima al féretro y custodiada por un séquito de mujeres, tu madre concentrada y llorosa apenas te saluda. Sus ojos húmedos te miran censuradores como aquella tarde de verano.

Aquel verano de despertares y conquistas.

Aquel verano de coqueteos y enamoramientos.

Aquel cálido y dulce verano. 

Aquel verano en que tu hermano Carlos murió. 

Desde que nació, él había recibido todos los abrazos y besos de los que ni tú ni tus hermanos disfrutasteis. Sin esfuerzo, cosechaba alabanzas y elogios. Sus imprudencias se consideraban travesuras, sus caprichos, necesidades y sus faltas de respeto, una muestra de carácter.

Contra tu costumbre, aquella tarde no te importó que os acompañara al río, porque de ese modo tu madre no pondría ninguna objeción a que fueras sola con Jaime. Eso sí, ella insistió como siempre en que tomarais todas las precauciones. El rÍo era peligroso y traicionero en las zonas profundas. Hacía mucho calor, así que buscasteis el cobijo de una frondosa sombra. 

Recuerdas que tras poneros el bañador, jugasteis los tres un rato en la orilla. El agua, transparente y gélida, parecía clavarse en la piel como puñales. 

Recuerdas que tus piernas entumecidas te llevaron de regreso a la orilla haciendo equilibrios sobre los cantos rodados resbaladizos por el musgo viscoso que los recubría. Dejaste solos a los chicos gritando y correteando entre las rocas.
Recuerdas el fibroso cuerpo de Jaime mientras escalaba uno de los riscos que sobresalían sobre la límpida cara del río.
Recuerdas que desde lo alto, cogió impulso batiendo los brazos varias veces como si de un saltador profesional se tratara.
 

Recuerdas sus manos abriéndose paso entre las aguas cuando se lanzó desde aquel trampolín natural.
 

Recuerdas cómo, durante unos segundos, tu corazón dejó de latir esperando ansiosa que su cabeza reapareciera en la superficie buscando aire.
 

Luego, nada. Y de repente, tan solo el cuerpo de Carlos, boca abajo, flotando desvalido, transportado por la corriente.

No recuerdas cuando habías dejado de verle, cómo lo sacasteis presurosos del agua ni cómo lo subisteis a hombros hasta la carretera. No recuerdas el coche que os llevó al puesto de socorro más próximo, ni el gesto apesadumbrado del médico. Tampoco cuánto tiempo pasó hasta que por fin reuniste el valor para entrar en casa y mirar  a tu madre a los ojos. Esos ojos acuosos que te miraron sin preguntar, sin pedir ni una sola aclaración. Un silencio que encerraba mil y un reproches. Un silencio pesado y líquido.

lunes, 16 de enero de 2012

Javier Ortiz de Cosca en 'El Correo'

Alguno de los alumnos de Literatura Viva comienzan a obtener sus frutos. Javier Ortiz de Cosca, finalista en varios concursos en los últimos meses, aparece hoy en la edición impresa de El Correo. Si queréis leer el artículo pinchad en la imagen para descargaros el pdf.

viernes, 13 de enero de 2012

Bajo el humo de las farolas

Relato ganador de Primer Premio en castellano del IV Concurso de Relato Breve Enric Valor-Vall de Guadalest. Su autora: Laura Hidalgo

Aquella mujer iba a fumar junto a la misma farola todas las noches a las once en punto. Los vecinos se habían percatado de esta inusual costumbre y presenciaban, desde sus ventanas, este hecho fuera de lo común.

Para muchos este ritual encerraba un poderoso misterio. Algunos pensaban que pertenecía al servicio secreto. Otros creían que podría tratarse de una asceta moderna que fumaba alguna sustancia sagrada que le ayudaba a meditar. Los más racionales decían que no soportaba a sus hijos y bajaba todas las noches para librarse un rato. Los más románticos, que un marinero le dijo una vez que le esperase junto al faro y ella esperaba allí por equivocación. 

A algunas personas les parecía bien, “que haga lo que quiera”. A otras personas les parecía mal, “no debería quedarse ahí, ¡con el frío que hace!”. Unos opinaban que era rara, mientras que otros sostenían que no molestaba. Una noche un vecino que pasaba por allí, le pidió un cigarro. En lugar de continuar hacia su casa, se quedó con ella charlando. Le resultó tan agradable aquel instante que volvió de vez en cuando a fumar junto a ella. Con el tiempo comenzaron a venir algunos amigos más, con sus respectivos cigarros. 

En algunos barrios se empezaron a formar grupos de fumadores en torno a las farolas. Se convirtió en algo tan habitual que el ayuntamiento colocó ceniceros en ellas para que no quedaran montañas de colillas por el suelo. Incluso había personas que no concebían pararse por casualidad junto a una farola sin encender un cigarrillo. Pronto la práctica se había extendido por algunos lugares de Francia, en Reino Unido las farolas se llenaban de humo una hora antes y se empezaban a conocer los primeros casos en México D.F. 

Cuando detenerse junto a las farolas se había convertido en una costumbre universal, una noche, de pronto, la mujer no acudió a su cita. Aturdidos por aquel extraño acontecimiento, los vecinos no pudieron contener más su curiosidad y llamaron a la puerta de la mujer. Por fin alguien se atrevió a preguntar: 

-¿Por qué no has bajado junto a la farola esta noche? 

Ella respondió con naturalidad:

-He dejado de fumar.

miércoles, 11 de enero de 2012

PATRICIA MILLÁN: 'GANCHILLO'

Se echó a reír al mirarme. Mi cara mostraba un odio irracional que sólo es posible en una niña de ocho años. ¡No me sale! A ver cariño, no digas que no te sale si no lo intentas primero. ¿Cómo te he dicho que era? Tres de cadeneta, punto medio, punto alto, otros tres de cadeneta y se cierra. ¡Es que no tienes paciencia!
No había forma de que me quedase como a ella, que llevaba décadas ensayando puntos de cadeneta, torcidos, derechos, altos, bajos, abiertos y cerrados. La vida también al final se repliega sobre si misma. Pronto podrás explicármelo de nuevo.
Para Feli

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