Del viejo olmo apenas cuelgan unas pocas hojas amarillas que tiemblan al paso del viento. El árbol se engalana con el color rojo del pecho de un pequeño pájaro que, nervioso, observa el suelo negro y húmedo, donde yacen descompuestas las hojas que vistieron sus ramas.
Mercurio no tiene atmósfera y allí cada día es igual al siguiente, desde hace millones de años.
Si un relato es poesia, esto es un relato. Adelante la poesia para no convertirnos en Mercurios. Saludos de Jovenanciano
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