En el fondo de mi armario, entre ropa sucia, bolsos y calcetines desparejados, escondo un cuaderno. Es pequeño, con cubierta de piel negra, y hojas que amarillean. Lo usé por primera vez el día que empecé en la universidad. Recuerdo las palabras del profesor como si las hubiera dicho hace diez minutos: “Creer que todos ustedes van a terminar la carrera es una entelequia”.
Me avergüenza admitirlo: tuve que usar el diccionario al llegar a casa.
Después, cogí ese cuaderno y anoté: “Entelequia. Cosa irreal”.
Esta es la historia de la lista de palabras que algún día usaré en un relato.
Me avergüenza admitirlo: tuve que usar el diccionario al llegar a casa.
Después, cogí ese cuaderno y anoté: “Entelequia. Cosa irreal”.
Esta es la historia de la lista de palabras que algún día usaré en un relato.