Nuestra oficina es uno de esos espacios fríos y enormes en los que la privacidad no existe. Las mamparas cristalinas y una gran pantalla de ordenador son nuestro horizonte. Ayer por la tarde alguien lanzó un avión de papel. Al principio, su viaje distrajo a unos pocos; luego, el prolongado vuelo nos fue seduciendo. Levantamos brazos y manos para fabricar viento. Planeaba y reíamos. Con extraños escorzos y posturas, conseguimos que la nave continuara su camino.
Todos sabíamos que al caer el avión dejaríamos de ser niños.
En tiempos de depresión generalizada, no viene mal lanzar aviones de papel y ayudar a fabricar viento en algunos momentos. Para lo demás, ya está la crisis y sus consecuencias. Gracias Arantza por la idea.
ResponderEliminarPrecioso.
ResponderEliminarGracias. Me han encantado vuestros comentarios y, Laura, ¡qué ilusión comprobar que sigues con nosotros!Un abrazo: Arantza
EliminarGracias a ti por el cuento. Me ha gustado mucho. Sí, sí, aunque no me veáis, sigo aquí. Os leo! :D
Eliminarqué chulo!! precioso y emocionante. gracias por compartirlo
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