Entré en un espacioso recinto de luz tenue, sembrado de columnas mochas, todas ellas distintas. Me acerqué a una, la miré absorta y, en ese instante, vi cómo la garra amarillenta que descendía desde su capitel se desplazaba hacia mí, tratando de asirme. Me escondí detrás de la jónica y así, fui de columna en columna hasta llegar al espacio de asientos luminosos donde tú me estabas esperando.
No me extraña, porque con lo oscuro que está... por la noche da repelús
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