Sabía que había sido un error alistarme en el Ejército. Se me está cayendo el pelo. Tengo miedo a matar y miedo a que me maten. Dicen que antes de tomar cualquier decisión equivocada, siempre gozas de al menos un segundo de reflexión en el que puedes pensarlo mejor y tal vez evitarlo. Había lanzado la anilla y me había quedado con la granada en la mano.
¡Muy potente! Y esa granada permanecerá en suspenso, en la mano, para toda la eternidad literaria... Felicidades.
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